Esta obra me confrontó profundamente. Fue uno de mis primeros retratos de frente, y al
realizarlo, descubrí el desafío —y la belleza— de captar no solo el rostro, sino la
expresión, la emoción, el alma de un ser humano.
Desde siempre me había atraído la figura humana, pero fue al pintarla así, tan directa, tan
expuesta, que entendí que esto es una de mis pasiones más grandes. Cada trazo sobre
la piel, cada sombra sobre el cuerpo era una manera de conectar con la esencia de lo
humano.
Quise experimentar también con texturas reales, y por eso incorporé encaje en 3D, algo
que me cautiva desde hace mucho tiempo. El contraste entre la fuerza del cuerpo, la
serenidad del agua y la delicadeza del encaje fue mi forma de hablar sobre la dualidad
que habita en nosotras: vulnerabilidad y poder, luz y sombra, piel y alma.
Técnica mixta, óleo y textura sobre tela
Año 2007
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